jueves, 10 de septiembre de 2009

Smith Wigglesworth - "Apóstol de fe"



Resucitar a los muertos fue sólo una de las increíbles facetas del ministerio de Smith Wigglesworth. Para él la simple obediencia a lo que uno creía no era una característica extraordinaria; era simplemente el fruto de la fe. Se dice que su propia fe era inquebrantable y algunas veces implacable. Pero también se dice que poseía una unción especial para la enseñanza y un claro sentido de la compasión, que tenían por fruto incontables salvaciones y milagros en su ministerio, todos los días. Por Roberts Liardon

Smith nació el 8 de junio de 1859 en un pequeño pueblo de Inglaterra. Aunque sus padres no eran cristianos, no hubo nunca un tiempo en que el joven Smith no buscara a Dios. No le enseñaron a orar en su hogar, pero siempre estaba en esa búsqueda por su cuenta. Su abuela era una antigua wesleyana que creía en el poder de Dios y siempre hacía que Smith la acompañara a las reuniones. Cuando Smith cumplió ocho años, quiso cantar él también en la iglesia. Al comenzar a cantar, "un claro conocimiento del nuevo nacimiento" vino a él, y comprendió lo que Jesucristo había hecho por él por medio de su muerte y resurrección. El joven Wigglesworth se convirtió inmediatamente en un pescador de almas. La primera persona que ganó para Cristo fue su propia madre.


¡Hay algo diferente en ti!

Desde los trece años Smith participó activamente en la Iglesia Metodista Wesleyana. Su vida espiritual cobró nuevo significado, y comenzó a anhelar el Espíritu de Dios. Tiempo después, los metodistas planeaban una reunión especial de predicación, y siete jovencitos fueron invitados a participar, incluso Smith. Con tres semanas para prepararse, el joven "vivía en oración". Cuando llegó el día, tomó la plataforma para predicar durante quince minutos, y al terminar, no recordaba ni una palabra de lo que había dicho. Lo único que recordaba era el increíble ardor que lo cubría, y los gritos de aliento de la gente. En 1875, se unió al Ejército de Salvación para compartir su amor por los perdidos. Creía que el Señor lo ayudaría en todo, y comenzó su ministerio. En 1877 fue a casa de un plomero para pedirle trabajo. El hombre le dijo que no necesitaba ayudantes, así que Smith le agradeció, se disculpó por haber usado su tiempo, y se volvió para irse. Pero repentinamente el hombre lo llamó y le dijo: "Hay algo en ti que es diferente. Creo que no puedo dejar que te vayas". Y lo contrató. Smith hacía un trabajo tan excelente que decidió mudarse a Liverpool, con su experiencia en plomería. Con el poder de Dios que descansaba firmemente sobre él, comenzó a ministrar a los niños de la ciudad y a predicarles el evangelio, movido por su deseo de ayudarlos.


El matrimonio

Uno de los grandes atributos de la vida de Smith Wigglesworth fue su esposa, Mary Jane "Polly" Featherstone. Polly era tan fuerte, o más, algunas veces, que su esposo. Nunca se negaba a acompañarlo, y Smith estaba de acuerdo. Dios comenzó a usarla para salvar a los perdidos a tal punto que los ministros metodistas la llamaban a evangelizar en sus iglesias, y cientos de personas se convirtieron con su ministerio. El poder de Dios descansaba poderosamente sobre ella. Empujado hacia el púlpito A fines del siglo XIX, Smith viajó a Leeds para comprar materiales para su trabajo de plomería. Mientras estaba allí, asistió a un culto en una iglesia donde se ministraba sanidad divina. Observó las maravillosas sanidades que se producían, y su corazón se conmovió. Entonces comenzó a buscar a los enfermos en su ciudad, Bradford, y pagaba sus viajes para ir a las reuniones de sanidad de Leeds. Como comprendían que Smith necesitaba "un empujoncito" para comenzar su ministerio público, los líderes del Hogar de Sanidad de Leeds tomaron una decisión, y le pidieron que los reemplazara en el púlpito mientras ellos iban a la convención de Keswick. Smith dudó al principio, pero los ministros le aseguraron que él podía hacerlo. Cuando llegó el día de ministrar, Smith estaba a cargo de la reunión, pero no había quién predicara. Todos estuvieron de acuerdo en que él debería hacerlo. Vaciló, pero comenzó a ministrar, y al terminar su mensaje, quince personas se acercaron para que orara por su sanidad. Un hombre que andaba con un par de muletas, se acercó, y cuando Smith oró por él, comenzó a saltar por todos lados, sin sus muletas, totalmente sano. ¡Nadie estaba más sorprendido que Smith!

Bañado en el poder y la gloria

En 1907 llegó otro punto crucial en la vida de Smith Wigglesworth. Había oído que un grupo de personas en Sunderland habían sido "bautizadas en el Espíritu Santo" y "hablaban en otras lenguas". Entonces decidió ver este fenómeno por sí mismo. Smith, buscaba a Dios con todo su corazón para experimentar este "bautismo en el Espíritu Santo", y fue a un centro de reuniones cercano del Ejército de Salvación para orar. Tres veces el poder de Dios lo abatió al suelo. Smith estaba decidido a conocer a Dios en esa área. Durante cuatro días estuvo delante del Señor mientras esperaba hablar en otras lenguas, sin resultado. Finalmente, desalentado

en su espíritu, sintió que era hora de regresar a Bradford. Pero antes de partir, se dirigió a la casa pastoral para despedirse de la esposa del vicario, la Sra. Boddy. Le dijo que tenía que regresar a su casa y que aún no había logrado hablar en lenguas. Ella le respondió: "No es el hablar en lenguas lo que usted necesita, sino el bautismo". Smith le pidió que le impusiera las manos antes de partir. Ella oró una oración sencilla pero llena de poder, y luego salió del cuarto. Fue entonces que cayó el fuego. Bañado en el poder y la gloria del Señor, Smith vio una visión de la cruz vacía con Jesús exaltado a la diestra del Padre. Lleno de adoración y alabanza, abrió su boca y comenzó a hablar en otras lenguas, comprendió finalmente que aunque antes había recibido la unción, ahora era bautizado en el Espíritu Santo como en el día de Pentecostés.


"Déjala ir"

Uno de los dolores más grandes en la vida de Smith estaba a punto de ocurrir. Mientras esperaba en la estación del tren para partir hacia Escocia, recibió una noticia devastadora. Polly se había desplomado a causa de un ataque cardíaco mientras regresaba de la obra misionera de la calle Bowland. Smith corrió a su lado y descubrió que su espíritu ya había partido para estar con el Señor. No dispuesto a aceptarlo, inmediatamente reprendió a la muerte y su espíritu regresó, pero sólo por un breve tiempo. Entonces el Señor le dijo: "Yo deseo llevarla a casa conmigo ahora". Así que, con el corazón destrozado, Smith dejó en libertad a su compañera, aquella a la que había amado tantos años, para que fuera con el Señor. Polly Wigglesworth sirvió al Señor hasta el último minuto de su vida, el 1º de enero de 1913. Algunos dicen que después de su muerte, Smith pidió una doble porción del Espíritu. A partir de ese momento, su ministerio tuvo aún más poder.


Este es el secreto...

Smith comenzó inmediatamente a ministrar por todo el país, viajaba con su hija y su yerno. Tenía una increíble revelación en el tema de la fe, y su enseñanza al respecto atraía a las masas. Wigglesworth no se quedaba "con la esperanza" de que la oración diera resultado. Su revelación sobre la fe era concreta, y ablandaba aún los más duros corazones para llevarlos al amor de Jesucristo. Para 1921, el ministerio de Wigglesworth florecía. Su hogar estaba inundado de invitaciones para ministrar en otros países, y se embarcó en el más largo viaje de toda su vida. Aunque era muy popular en la Europa continental y en los Estados Unidos, nadie pareció notar su llegada a Colombo, Ceylán (Sri Lanka). Pero pocos días después, las multitudes llenaban el edificio para tratar de conseguir un lugar. Muchos quedaron afuera. Cuando la reunión terminaba, Smith pasaba por entre medio de miles de personas, las tocaba y creía en el poder de Dios para con ellas. Según los relatos, decenas de personas fueron sanadas con el solo paso de "su sombra" por encima de ellas. En 1922 viajó a Nueva Zelandia y Australia. Algunos creen que las reuniones de Smith fueron el punto de partida de las iglesias pentecostales en estos dos países. Aunque sólo pasó unos meses allí, miles de personas fueron salvas, sanadas y llenas del Espíritu Santo con la evidencia de hablar en lenguas. Australia y Nueva Zelandia experimentaron así el mayor avivamiento espiritual que jamás hubieran conocido.


Las aflicciones tuvieron que ceder

Aunque los ojos de Wigglesworth habían visto muchos milagros y sanidades instantáneas, él mismo no recibió esos milagros. En 1930, cuando ya tenía setenta años, sufría de tremendos dolores. Oró, pero no recibió alivio, así que fue a ver a un médico, que después de sacarle algunas radiografías le dio un diagnóstico de un caso severo de cálculos en el riñón en un estado avanzado. Su única esperanza era una operación, dado que, según el médico, si continuaba en este doloroso estado, moriría. Smith le respondió: "Doctor, el Dios que creó este cuerpo es quien puede sanarlo. Ningún cuchillo me cortará mientras yo tenga vida". Smith pensó que este sufrimiento acabaría pronto, pero duró seis largos y dolorosos años. Durante este tiempo, nunca dejó de asistir a las reuniones programadas, con frecuencia ministraba dos veces por día. En algunas reuniones, oraba por hasta ochocientas personas mientras se retorcía de dolor él mismo. Algunas veces abandonaba el púlpito cuando el dolor se volvía insoportable, para luchar en el baño mientras despedía otra piedra. Luego regresaba a la plataforma y continuaba con la reunión. Con frecuencia se levantaba de su propia cama para ir a orar por la sanidad de otros. Muy pocos sabían que él mismo estaba atravesando la más grande prueba de su vida. Algunas veces perdía tanta sangre que su rostro estaba pálido y tenía que envolverse en mantas para recobrar calor. Después de los seis años, tenía más de cien piedras en una botella de vidrio.


Y no fue más... Porque Dios lo llevó

Dos años después de iniciada su batalla contra los cálculos en los riñones, Smith no se daba por vencido. En cambio, en 1932, pidió a Dios quince años más para servirle. Dios le otorgó lo que había pedido, y durante esos años, visitó gran parte de Europa, Sudáfrica y Estados Unidos. Su más grande gozo era ver la Palabra confirmada con señales y prodigios, a través de la fe de la gente. Su principal meta era que las personas vieran a Cristo, no a Smith Wigglesworth. El 12 de marzo de 1947, inclinó la cabeza, y sin pronunciar palabra ni experimentar dolor alguno, fue a estar con el Señor.


Fe, compasión y milagros

¿Acaso el poder de Dios en que anduvo Smith Wigglesworth ha dejado la Tierra? ¿Se fue con él cuando murió? ¡Por supuesto que no! El mismo poder con el que operaba Wigglesworth está a nuestra disposición hoy; no necesitamos más poder. Sólo necesitamos utilizar nuestra fe y compasión para que ese poder opere. Wigglesworth operó con la fe más osada que yo jamás haya visto desde el Libro de los Hechos, pero esa fe era encendida por la compasión. Smith le tomó la Palabra a Dios y se dejó mover por su compasión hacia las personas, y esa combinación produce milagros.

El desafío ahora ha pasado a nuestra generación. Dios ha convocado a hombres y mujeres para que invadan ciudades y naciones con el poder del cielo. ¿Responderás al llamado de Dios? ¿Te atreverás a "sólo creer"? Despierta el don que hay en ti, e invade tu hogar, tu comunidad y tu nación con el poder de Dios. Que la voluntad del cielo se haga en la Tierra... ¡a través de ti¡

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