Nació el 5 de octubre de 1703, hijo único de Timothy Edwards, pastor en East Windsor (Connecticut, EE.UU.), pequeña ciudad fronteriza.
Gracias a su aguda inteligencia, poco antes de cumplir los trece años de edad ingresó en Yale College (1716), donde consiguió su licenciatura y doctorado (A.B., 1720, M.A., 1723).
Cuando tenía once años escribió un ensayo sobre las arañas voladoras, cuya exactitud sigue asombrando hoy día.
En Yale descubrió la obra del filósofo inglés John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, que motivó su propio pensamiento filosófico, digno de un pensador original y profundo. En mayo de 1724 fue nombrado tutor del colegio.
Durante seis meses, comenzando en agosto de 1722, predicó en la congregación Presbiteriana Escocesa de Nueva York. El 15 de febrero de 1727 fue ordenado pastor asociado de la iglesia en Northampton (Massachusettes), donde su abuelo era pastor. Al año siguiente contrajo matrimonio con Sarah Pierrepont de New Haven; un feliz matrimonio que iba a durar treinta años y dar a luz doce hijos.
Entre los años 1735 y 1737 su predicación dio como resultado un gran avivamiento espiritual en medio su congregación, que pronto se extendió a otros lugares. Fue un movimiento tanto social como religioso, de hecho una auténtica revolución que alcanzó a todas las colonias americanas. En esos años entabló una amistad profunda con George Whitefield , entonces predicador itinerante en América.
Después de aquella intensa actividad religiosa surgió una amarga y prolongada controversia acerca de las ideas de Edwards, que pedía unas bases más estrictas para la membresía de la iglesia, que las establecidas por su abuelo. El 30 de junio de 1750, después de veintitrés años de servicio, fue depuesto de su pastorado por un concilio de la iglesia reunido en Northampton. Entonces durante seis años trabajó como misionero entre los indios housatonic en Stockbridge (Massachusetts). Fue en este período que escribió sus obras más conocidas.
El 29 de septiembre de 1757 fue invitado a la presidencia de colegio o universidad de New Jersey (hoy Universidad de Princeton). Por aquel entonces la ciudad se encontraba en los inicios de un brote epidémico, que iba a afectar a Edwards a su llegada. A consecuencia de una segunda infección murió el 22 de marzo de 1758.
Aparte de sus numerosos escritos, y notas que aún siguen editándose, Edwards publicó la Vida y diario de David Brainerd (La Aurora, 1958), que produjo una impresión tan profunda en John Wesley .
Nunca se preocupó de la ortodoxia o la heterodoxia, aunque participó en muchas controversias contra el naciente arminianismo, sino que escribió sobre la religión en profundidad y extensión. Calvinista convencido enfatizó la influencia del corazón y las emociones.
“En Edwards, como en Agustín, hay una combinación perfecta entre espíritu altamente intelectual y especulativo y una devoción a Dios en Cristo, a menudo extásica” (Paul Helm).
Cabeza y corazón estaban firmemente unidos en su persona.
“Jonathan Edwards, santo y filósofo, avivamentista y teólogo, destaca como la figura de suprema grandeza en la vida intelectual de la América colonia” (B.B. Warfield).
“Ningún otro hombre es más relevante para la condición actual del cristianismo que Edwards. Quien desee sabe acerca del avivamiento verdadero, Edwards es el hombre a consultar” (D. Martyn Lloyd-Jones).
Cuando tenía once años escribió un ensayo sobre las arañas voladoras, cuya exactitud sigue asombrando hoy día.
En Yale descubrió la obra del filósofo inglés John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, que motivó su propio pensamiento filosófico, digno de un pensador original y profundo. En mayo de 1724 fue nombrado tutor del colegio.
Durante seis meses, comenzando en agosto de 1722, predicó en la congregación Presbiteriana Escocesa de Nueva York. El 15 de febrero de 1727 fue ordenado pastor asociado de la iglesia en Northampton (Massachusettes), donde su abuelo era pastor. Al año siguiente contrajo matrimonio con Sarah Pierrepont de New Haven; un feliz matrimonio que iba a durar treinta años y dar a luz doce hijos.
Entre los años 1735 y 1737 su predicación dio como resultado un gran avivamiento espiritual en medio su congregación, que pronto se extendió a otros lugares. Fue un movimiento tanto social como religioso, de hecho una auténtica revolución que alcanzó a todas las colonias americanas. En esos años entabló una amistad profunda con George Whitefield , entonces predicador itinerante en América.
Después de aquella intensa actividad religiosa surgió una amarga y prolongada controversia acerca de las ideas de Edwards, que pedía unas bases más estrictas para la membresía de la iglesia, que las establecidas por su abuelo. El 30 de junio de 1750, después de veintitrés años de servicio, fue depuesto de su pastorado por un concilio de la iglesia reunido en Northampton. Entonces durante seis años trabajó como misionero entre los indios housatonic en Stockbridge (Massachusetts). Fue en este período que escribió sus obras más conocidas.
El 29 de septiembre de 1757 fue invitado a la presidencia de colegio o universidad de New Jersey (hoy Universidad de Princeton). Por aquel entonces la ciudad se encontraba en los inicios de un brote epidémico, que iba a afectar a Edwards a su llegada. A consecuencia de una segunda infección murió el 22 de marzo de 1758.
Aparte de sus numerosos escritos, y notas que aún siguen editándose, Edwards publicó la Vida y diario de David Brainerd (La Aurora, 1958), que produjo una impresión tan profunda en John Wesley .
Nunca se preocupó de la ortodoxia o la heterodoxia, aunque participó en muchas controversias contra el naciente arminianismo, sino que escribió sobre la religión en profundidad y extensión. Calvinista convencido enfatizó la influencia del corazón y las emociones.
“En Edwards, como en Agustín, hay una combinación perfecta entre espíritu altamente intelectual y especulativo y una devoción a Dios en Cristo, a menudo extásica” (Paul Helm).
Cabeza y corazón estaban firmemente unidos en su persona.
“Jonathan Edwards, santo y filósofo, avivamentista y teólogo, destaca como la figura de suprema grandeza en la vida intelectual de la América colonia” (B.B. Warfield).
“Ningún otro hombre es más relevante para la condición actual del cristianismo que Edwards. Quien desee sabe acerca del avivamiento verdadero, Edwards es el hombre a consultar” (D. Martyn Lloyd-Jones).
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